jueves, 25 de octubre de 2018

El Jardín Secreto



La clase en silencio, los pupitres separados unos de otros. La hermana Concha avanzaba entre ellos despacio, a veces con un libro entre las manos, otras veces con unos folios fotocopiados.

-¡Carlos mirando tu hoja!- y Carlos la miraba como un conejillo sorprendido por algún sonido extraño.

-Silvia ¿otra vez te has perdido?- Y Silvia se ponía roja, pero no tan roja como mi hoja cuando me la devolvían corregida. Cuanto boli rojo se gastó la pobre hermana Concha corrigiendo mis faltas de ortografía.

Así eran las tardes de dictado.

Cómo le gustaba a la hermana Concha hacer dictados, además y especialmente, los jueves.

Lo recuerdo bien porque eran los días que llegaba más tarde a casa, no me podía marchar hasta que no copiaba el texto correctamente debajo de mi despropósito.

Y así una tarde de jueves como otra cualquiera, llegó la monja de nuevo con unos folios.

Comenzamos a separar las mesas unas de otras y nos dispusimos a esperar a que la hermana Concha empezara a dictar:

-“El petirrojo (coma) que saltaba buscando gusanos (coma) se posó de pronto sobre tierra recién removida por un perro que quería hacer salir a un topo de su madriguera (punto y seguido) Mary (M-A-R-Y) miró hacia ese lugar y (coma) en medio de la tierra (coma) vio algo que parecía un anillo de hierro o bronce oxidado (punto y seguido) Al agacharse a recogerlo se dio cuenta de que era algo más que un anillo (dos puntos) era una vieja llave que (coma) a juzgar por su aspecto (coma) había estado enterrada durante largo tiempo (punto y aparte)
Mary (M-A-R-Y) la recogió y la miró con expresión casi asustada (punto y aparte)
(guion) Quizás ha estado enterrada por diez años (guion) murmuró (guion) (punto y seguido) (se abre el interrogante) Será la llave del jardín (se cierra interrogante)

-Muy bien, hasta aquí. Paso a recogeros el dictado…

Miro mi hoja, ay mi madre…

-¡Lucía! ¡Pero si solo has puesto el nombre!!

Sin levantar la mirada del pupitre, notaba mis mejillas encendidas.

-¡Pero bueno! ¿Qué ha pasado? ¿No sabes que si te pierdes, tienes que levantar la mano y yo repito la frase??

-Es que…

-Es que… ¿qué? ¿Te has perdido o es que no querías quedarte hoy después de clase? ¿Es eso?

-No…

-Porque si es eso te ha salido mal, porque te vas a quedar igualmente.

-No… no es eso…

-A ver ¿qué ha pasado entonces?

-Es que no me di cuenta…

-¿Qué no te diste cuenta de qué?

-De que estaba escuchando sin escribir…

-Ay mira, es que hoy no sé si estás lela o qué, vete al baño a lavarte la cara y vuelve rápido que hoy te quedas.

Cuando casi todos mis compañeros se habían ido, la hermana Concha nos dio una hoja del texto que había dictado a cada uno de los que nos habíamos quedado después de clase.

«¿Cómo será un petirrojo? ¿Qué era esa llave? ¿Qué abrirá? ¿Había un jardín? En el pueblo hay muchos pajaritos… ¿alguno será un petirrojo? Seguro que si no lo hubiera mirado, hubiera escrito “peti rojo”».

-¡Lucía!! ¡¿Quieres ponerte a escribir?!

-¡Sí! Perdón…

No recuerdo exactamente cuánto tiempo pasó, hasta que en otro dictado volvió a aparecer Mary y su jardín. Poco a poco fui descubriendo que aquella niña también había estado tan sola y tan necesitada de un refugio como yo.

 «¿Cómo será la India? Dios que guapo debe de ser “D-i-c-k-o-n” ¿Qué es un páramo? Madre mía la señora “M-e-d-l-o-c-k” es igualita a mi tía Rosita».


"Con movimientos lentos, él se acercó al matorral y dio sonidos casi iguales a los del petirrojo; éste contestó como si respondiera a su pregunta.
–Dice que es tu amigo.
–¿Tú crees que lo es? –preguntó ansiosamente Mary.
–No se acercaría si no fuera tu amigo y le gustaras –contestó Dickon.
–¿Entiendes todo lo que dicen los pájaros? –inquirió Mary.
La sonrisa de Dickon se acentuó al mismo tiempo que se frotaba su áspera cabeza. –Creo que sí y creo que ellos también me entienden –dijo–. He vivido por tanto tiempo en el páramo, que me siento como si fuera uno de ellos."

Era ahora o nunca, debía preguntarle a la hermana Concha como se llamaba el libro del que sacaba esos textos. Me daba muchísimo corte preguntarle, como odiaba eso de mí, el que me diera vergüenza casi todo. Pero era la que llevaba la biblioteca del colegio y gracias a ella había conocido a Katrin, así que tenía que intentarlo.

-“El jardín secreto” se llama, pero aquí no lo tenemos.

«Vaya…»

Esperé para ver si me decía donde entonces lo podía encontrar, pero la mujer no dijo nada.

-Lucía, espera…

-¿Si?

-Con lo que te gusta leer… ¿Cómo puedes hacer tantas faltas de ortografía? Porque lo de que tengas tan mala letra… es otra cosa, pero que hagas esas faltas…

«Ay no, me tendría que haber ido…»

-No sé…

-Es que no te fijas, eso debe de ser, que no te fijas. Tienes que prestar atención a cada palabra mientras lees y a los signos de puntuación, fijarte bien donde va cada uno. Y por favor, deja de meter comas sin ton ni son, que ya sé que regaño a tus compañeros por no poner, pero es que tú haces todo lo contrario. Pero bueno, lees muy bien en voz alta y se nota que no te da tanta vergüenza desde que Marcos os da clase de teatro, (el sustituto de la profesora de inglés, el único hombre que nos dio clase en mucho tiempo, creó un pequeño grupo de teatro con los que éramos más tímidos).

Me fui a casa bastante triste, no porque la hermana Concha me hubiera dicho algo que no fuera cierto, sino porque sentía que en verdad yo era muy tonta, mi tío siempre me lo decía cuando cada verano en las dos semanas que él pasaba en el pueblo, me daba repaso de matemáticas. 

-T-O-N-T-A- me repetía mientras daba golpes en la mesa de impaciencia, pues le estaba fastidiando la hora de la siesta.

Y es que aunque me esforzaba, algunas cosas me costaban mucho y se me pasaron las ganas de saber más sobre aquella niña y su jardín.

Un día cuando ya iba al instituto, me quedé en casa. Estaba con un poco de fiebre y me sentía muy mal. Mis hermanas ya no vivían allí, mi padre solía desaparecer en cuanto alguien se ponía malo y mi madre no podía quedarse cuidándome porque era la única que en aquella época tenía trabajo. Así que me ayudó a acomodarme en el sofá con la mantita, me acercó el teléfono de casa y me puso pañuelos y cosas ricas para comer en la mesita del café.

Después llamó a su trabajo y avisó de que llegaría un poco más tarde, salió a por medicinas y cuando regresó llevaba además una bolsa del videoclub de la esquina.

-Lucía cariño, pensé en alquilar una película para que no se te hiciera el día tan largo, aunque seguro que tu padre está al caer… «eso ya no me hacía tanta gracia», pero no sabes lo que he encontrado mientras buscaba una que te pudiera gustar…

-¿Ed qué?-dije con esa voz de pato que suelo tener cuando me resfrío.

Y… sacó… de… la… bolsa… así, despacio… ¡la cinta de vídeo de El Jardín Secreto!

-¡Mamá!! ¿Segudo qué ed eda? La del dibro me refiedo… ¿eda de los dicdados?

-Hija… pues no sé, yo creo que sí… aquí dice…

-¡Diii mamáa!! ¡Ed eda!!

-Ale cariño, pues te la pongo y me voy, que no puedo llegar más tarde. No dejes que se suba la perra al sofá contigo.

Lo primero que hizo mi perrita Bunny en cuanto ella se marchó fue subirse al sofá conmigo, tumbarse bien pegadita a mí y meter su hocico en mi sobaquillo. Como le gustaba hacer eso.

Comenzó la película… ¡Oh dios mío ahí estaba el petirrojo!!

¡Y la llave! Y Dickon, Colin… y el Zorro… y ¡Nut!… ahí estaban todos.

Ahora volvían… ahora que ya de sobras sabía cómo era un petirrojo, aunque nunca hubiera visto uno en persona. Que comprendía que era un páramo, que soñaba con ir a la India… ahora que entendía, lo que realmente fue aquel jardín para aquellos tres niños que habían sido un poco olvidados. Ahora estaban ahí… y no pude ser más feliz.

Cuando mi madre llegó por la noche, volví a ponerla y esta vez la vimos juntas.

Como se emocionó… mi madre es de emocionarse, la verdad. Qué bonito fue vivirlo con ella que tantas veces le había contado en los días de los dictados, lo intrigada y fascinada que estaba con esa historia y la de veces que había fantaseado con convertir el abandonado huerto de casa de mi abuela, en mi propio jardín secreto.

A partir de ese día, cada vez que hubo un resfriado en casa y aunque en aquel tiempo no podíamos darnos demasiados caprichos, aquella película era alquilada.

Con diecinueve años la compré en DVD... 


Y ahora junto con los libros que voy atesorando, aquella historia y todos los recuerdos que le acompañan, están conmigo para siempre.










-El jardín secreto (The Secret Garden) escrito por Frances Hodgson Burnett en 1910:

"Mary Lennox, vive en la India donde su padre trabaja para el gobierno inglés y su madre se pasea de fiesta en fiesta. A sus nueve años de edad, Mary se dedica solo a hacerle la vida imposible a las criadas nativas encargadas de su crianza, pero de la noche a la mañana sucede algo que lo cambiará todo: un terrible brote de cólera mata a sus padres. La pequeña es enviada al norte de Inglaterra con su tío, Archibald Craven, del que dicen que es un desdichado jorobado, con tan mal humor que no permite que nadie se le acerque. Hasta allí viaja la niña, primero por el mar y después atravesando de noche la negrura del páramo para encontrarse a solas en una mansión con más de un centenar de puertas (casi todas cerradas a cal y canto) en cuyos corredores resuena un misterioso llanto (el de Colin Craven). Más tarde hallará un jardín amurallado que no ha sido abierto en diez años, un pájaro de pecho rojo, un niño encantador de animales (Dickon), un viejo jardinero gruñón… y quizá una llave escondida". 

(En la película es un terremoto en la India, lo que deja a Mary huérfana). 

Si te fijas bien, el mundo entero puede ser tu jardín. 







*Desde entonces el petirrojo se convirtió en algo así como un amuleto para mí, por eso siempre aparece escondido en algún rinconcito de mis blogs, en las tazas de mi hogar, en alguna de mis artesanías y en mi tallercito. 

Nunca olvidaré la primera vez que vi uno de verdad aquí: 




(Gracias a los que me permitís abrir el corazón).



sábado, 20 de octubre de 2018

Conociendo a una mujer extraordinaria


En esta fotografía tenía 10 años,
(me recuerda a una brujita) 
¡me encanta! :)

Beatrix Potter nunca fue la dama que quiso que fuera su madre. Confinada en la parte alta de la mansión londinense de Kensington, mientras su hermano Bertram con quien tenía una buena y bonita relación marchaba al colegio, pasaba las horas dibujando. Aprovechaba sus largos paseos por los jardines de su hogar, para fijarse en cada planta o insecto que después ilustraría con detalle en sus cuadernos. Su padre que era amante del arte y de la pintura en particular, observó el gran talento que había desarrollado su hija y casi en secreto la llevó a visitar el Museo de Historia Natural de Londres y el Victoria & Albert Museum. Esto amplió los conocimientos de Beatrix alejándola aún más, de lo que se suponía debía interesarle, a una señorita de familia acomodada en la época victoriana

Uno de sus dibujos

Gracias a sus amados veranos en el campo, en las casas que poseían sus padres, Beatrix conoció al Vicario Rawnsley quien le mostró la importancia de cuidar los terrenos y la tradición rural de la zona. Más tarde este hombre fundó el National Trust, una de las primeras asociaciones benéficas para la protección del parque nacional del Distrito de Lagos. Que hoy en día se conserva como si el tiempo no hubiera pasado, gracias a la labor que Potter y Rawnsley desempeñaron. 

También en esos veranos, Beatrix forjó una bonita amistad con el cartero del pueblo, que le enviaba durante el año a Londres en sobres rellenos de paja, líquenes y setas para que ella pudiera continuar con sus estudios de forma autodidacta, aunque las “persecuciones” de su severa institutriz que estaba empeñada en que se convirtiera en una dama como dios manda, se lo pusieran difícil. 

Beatrix con su padre y su hermano.

Beatrix decidida a convertirse en una mujer de ciencias y apoyada por su tío Sir Henry Roscoe, decide presentar su hipótesis ante el Real Jardín Botánico de Kew, pues ella creía basándose en sus estudios, que los líquenes eran una relación simbiótica entre los hongos y las algas. Su disertación fue rechazada y no se le concedió permiso para ingresar en la institución por ser mujer. Así que finalmente no pudo estudiar allí. 

Más tarde tuvieron que rectificar, pues lo que había descubierto Potter, era cierto. 

Ilustración de Beatrix Potter

Helen Beatrix Potter
, cansada de intentarlo en una sociedad machista, renunció para siempre a las ciencias. Pero entonces comenzó a recordar las pequeñas aventuras que imaginaba, cuando encerrada en su cuarto con su hermano y a escondidas de sus padres, metían conejos, erizos y otros animales e insectos en su habitación. 

Comenzó a escribir y dibujar pequeñas fabulas, pues sus personajes eran animales encantadores con rasgos humanos. Estos tras sus textos de apariencia inocente, escondían con gran sentido del humor, agudas parodias de la sociedad en la que vivía. 

"The tale of Jemima" (El cuento de "La Oca Carlota")

Beatrix ya pasaba la treintena y todavía no se había casado, para disgusto de sus padres. Ella seguía empeñada en publicar sus historias, pero en todas las puertas a las que llamaba le recibían con la misma respuesta: “los cuentos infantiles no venden”. 

Finalmente y tras haber publicado algunos de sus dibujos como postales navideñas, en 1.902 a la edad de 36 años, consiguió que la firma de Frederick Warne & Co publicara sus cuentos. Norman Warne, el más joven editor de la familia que se encargó del proyecto, acabó enamorándose de ella y fue felizmente correspondido. Tuvieron que llevar su relación en secreto pues los padres de Beatrix jamás hubieran permitido que se casara con un hombre que trabajara, por muy adinerado que fuera. 

Beatrix tuvo durante toda su vida muchos animales
(conejos, ratones, ratas, sapos, perros... )

Beatrix se preocupó de hasta el más mínimo detalle de la producción de sus libros, se le permitió que acompañada de una carabina pudiera estar dentro de la imprenta ya que de otra forma hubiera sido indecoroso, y así fue como les convenció de que sus cuentos debían publicarse en libros muy pequeños, delgados y de apenas algo más de 14 cm de alto, para que los niños pudieran manejarlos cómodamente y llevárselos a donde quisieran. 

Fue todo un éxito. De hecho tanto fue el éxito, que sigue siendo después de más cien años, la autora de libros infantiles más vendidos en el mundo. 

"Peter Rabbit" ("Perico" en España y "Pedro el Conejo" en Latinoamérica)

En 1.903 produjo y patentó el primer juguete de Peter Rabbit, el travieso conejito y gran  protagonista de sus historias, lo que ahora llamaríamos “merchandising” :)

En Julio de 1905 Norman Warne le pide matrimonio formalmente por carta. Los padres de Beatrix ponen el grito en el cielo y le piden que no acepte hasta pasado el verano, rogándole que reflexione durante su estancia en el campo. Pero ella teniendo su propia fortuna gracias a sus cuentos y sabiendo que esto le otorgaba su tan ansiada libertad, acepta en secreto y planea irse con él sin el consentimiento de sus padres. 

Desafortunadamente en Agosto de 1905, tan solo un mes después del compromiso en secreto, Norman Warne enferma y fallece debido a una fuerte anemia. 

Beatrix Potter totalmente desolada, se aleja de sus padres y se marcha a una modesta y bonita granja del siglo XVII, en Near Sawrey.

Hill Top Farm (Casa de Beatrix Potter)

Su jardín, su porche y la aldea aparecen en muchas de sus acuarelas.

Allí se implica totalmente en la vida del campo y preocupada por la conservación de la zona rural, decide comprar otras granjas de los alrededores. Gracias a su defensa de la oveja Herdwick nativa del Distrito de lagos en el noroeste de Inglaterra, esas ovejas siguen pastando hoy en día por aquellas tierras. 

A los 46 años se casó por primera vez, con el abogado local William Heelis y se mudó con él a otra casa, pues le gustaba ir sola a Hill Top Farm (donde había vivido hasta ese momento) a escribir y dibujar. Era una mujer que disfrutaba de su soledad. 

"Hunca Munca" dispuesta a limpiar la casita de muñecas

Al morir cedió sus tierras a la National Trust y dejó órdenes de que los granjeros pagaran poco por arrendar las tierras y se criarían especies autóctonas.

Gracias a ella y al gran patrimonio que consiguió, esas tierras continúan en la actualidad como si el tiempo no hubiera pasado. Siendo un lugar lleno de animales y vegetación. 

Beatrix Potter no quiso ser una damisela más de la sociedad victoriana de la época, no tuvo hijos, se casó más tarde de lo que en aquel tiempo se consideraba adecuado y vivió alejada de lujos y riquezas, prefiriendo la naturaleza y su propio mundo inventado. 




*El próximo día me gustaría escribir sobre como conocí sus cuentos, pero no quise hacerlo sin antes explicar un poco, la persona maravillosa que fue :)

lunes, 1 de octubre de 2018

El Tío Ciriaco




-¡Luuuciiiaaa! ¡Bájate las mecedoras de la camara, que queremos tomar el fresco!

La "camara" es el nombre que recibe el desván, en mi pueblo.

Hasta que cumplí los quince años, ese lugar estaba sin acabar de hacer. Las paredes eran de ladrillo, el suelo de cemento recubierto de arenilla y no tenía enchufes, ni luces, salvo en una pequeña habitación, la única construida dentro de la camara, por el momento.

Subir allí daba realmente miedo, al menos si eras una niña. Así que uno de los momentos más terroríficos, era cuando me pedían algo de allí arriba.

-¡Voy contigo Luci!- decía mi primo, pese que a él le daba casi más miedo que a mí, subir ahí.

-Tienes que merendar, déjala que ella ya sabe hacer las cosas sola- le decía mi abuela con una mirada y una sonrisa, que jamás me había dedicado.

Entonces cuando estaba subiendo los últimos escalones, algo me tocaba la espalda y era él. Que alivio sentía al verlo ahí conmigo.

Abría el pomo despacio de aquella puerta de madera marrón y la oscuridad más absoluta se abría paso majestuosa ante nosotros, como una grandiosa boca de lobo. Una ligera brisa recorría ese lugar, pues los huecos de las ventanas solo tenían viejas persianas de tablillas de madera colgadas, sin puertas. Y se escuchaban como golpeaban los extremos contra la pared haciendo un sutil: "Clap, Clap". Entrabamos sin ver absolutamente nada y pisábamos algo blando que crujía, siempre me daba impresión ese sonido. Era una alfombra redonda muy grande de paja que había justo delante de la entrada, pero era tan grande que recubría una zona bastante amplía del suelo. Nos acercábamos a tientas a la única habitación construida, para poder tener algo de luz, escuchábamos los pequeños: "iiiii, iiiiii, iiiiii" que venían del interior de las paredes, pues en la pared de ladrillos que daba a la calle, vivían dentro de ellos, toda una comunidad de murciélagos.

Por fin llegábamos al dormitorio y encendíamos la luz, eso permitía que al menos el resto de la estancia, aunque muy poco, se iluminara.

Entonces se descubría ante nosotros una cama de matrimonio enorme de hierro de color azul y una gran muñeca de porcelana vestida de época, sentada encima. Cajas, sombreros y mecedoras por todos lados, algunas de hierro plegadas, las que teníamos que bajar abajo y otras de madera, colocadas de esa forma que tanto asustaban en las películas de miedo.

Siempre las miraba de reojo, por si alguna se comenzaba a mecer sola.

Y si todo eso no fuera suficiente para dos niños de ciudad, en frente justo, donde el triángulo de luz se proyectaba, estaba el gran retrato del Tío Ciriaco.

Dios, que miedo daba ese cuadro. Ese semblante tan severo, esa mirada tan triste, ese color viejo en tonos sepias. Esas ropas antiguas. Ahí estaba, observando todo lo que hacíamos y no podíamos sentir más miedo.

Había todo tipo de leyendas sobre él, en la familia.

Mi primo y yo cogíamos las mecedoras lo más rápido posible, apagábamos la luz y salíamos de allí, conteniendo la respiración. Cerrábamos aquella puerta y por fin, respirábamos tranquilos.

Cuando terminábamos de colocar las mecedoras en la calle, nos sentábamos en el tranco de la puerta y hablábamos sobre lo que nos habían contado de ese hombre.

Que era el tío abuelo de nuestra abuela, que había sido muy rico pero que después su descendencia, había perdido todo el dinero... que se batió en duelo para conseguir el amor de la que fue su esposa y que esta, era una antepasada de una de mis mejores amigas del pueblo.

Que no se llevaban bien y él se sintió, desdichado.

Y entonces escuchábamos el "clap clap" que venía de las persianas de arriba y dejábamos de hablar del tema, no fuera a ser, que nos estuviera escuchando...

El Tío Ciriaco.





(continuará...)